El pensamiento binario regula nuestra visión del mundo: Amante-amado, víctima-victimario, vida-obra ¿Por dónde pasa la línea divisoria de estos pares aparentes? Nada es menos evidente. Aunque la dialéctica, la lógica, la topología, el psicoanálisis, nos enseñan que no hay tal dos, nos a ferramos a los pares, opuestos o complementarios. ¿Y si la división estuviera dentro y no afuera? ¿Por qué no podemos admitir divisiones móviles e inestables? Es lo que llamo la zona gris y que aparece por todos lados: amados en un lugar, amantes en otro; la secretaria es esclava de su jefe en la oficina y soberana en el reino del hogar. Aunque todo grita que nada es binario, y aunque Freud nombra con una sola palabra “sadomasoquismo”, y aunque Lacan pone los tres registros para romper el dos, ¡nos gustan las parejitas! El pensamiento binario es atractivo: Una comprensión inmediata, una sencillez aparente, una generosidad al embotarlo todo con la crema del sentido. Uno es llevado casi naturalmente hacia las dicotomías y los pares de opuestos, como una especie de virus que mina y formatea realidades en una estética nada amable: Basta un “nosotros” para crear el “ellos” como enemigo.
Susana Bercovich
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