lunes, 27 de septiembre de 2010

Julio Cortazar: el espejo del Axolotol

Agradezco a Dany-Robert Dufour por sugerir
durante una plática leer un cuento de Julio Cortázar: Axolotl.

El cuento trata de la relación del humano con el mundo del espejo y en particular, con la imagen de su cuerpo. Una imagen no es el cuerpo, es la imagen. El humano con el Axolotl vive la experiencia de una naturaleza perdida y al mismo tiempo, se establece para él su condición de vivir en el desamparo.

Esa experiencia llevó a Lacan a subrayar que: Nuevamente aquí lo que me parece eminente es precisamente esto por lo que nos abre también la estructura psicótica como algo en lo que tenemos que sentirmos como en casa. Si no somos capaces de percibir que hay un cierto grado no arcaico para ponerlo en alguna parte del lado del nacimiento, sino estructural en el nivel en el cual los deseos son, hablando con propiedad locos, si el sujeto no incluye en su definición, en su articulación primera, la posibilidad de la estructura psicótica, nunca seremos más que alienistas. Pero cómo no sentir vivamente, como les ocurre todo el tiempo a aquellos que vienen a escuchar lo que se dice aquí en este seminario cómo no percibir que todo lo que comencé a articular este año a propósito de la estructura de superficie del sistema y del enigma referido a la manera en la que el sujeto puede acceder a su propio cuerpo, que no va de suyo, lo que todo el mundo ha advertido siempre ya que esta famosa y eterna distinción de unión o desunión del alma y el cuerpo constituye siempre después de todo el punto de aporta en el que se hacen añicos todas las articulaciones filosóficas. ¿Y porqué no nos sería posible precisamente a nosotros analistas, encontrar el pasaje? Sólo que esto necesita una cierta disciplina y en primer lugar saber cómo hacer para hablar del sujeto.

Siguiendo con su descubrimiento Lacan dice: El nacimiento del sujeto se sostiene en que no puede pensarse más que como excluido del significante que lo determina.

Cada humano está hecho de aquello que lo determina y de eso está excluido. El desamparo indica como condición primera la locura y además que allí se juega la suerte de la constitución de un sujeto. Lacan lanzo un escrito mítico sobre El estadio del espejo…, se trata de un momento primigenio estudiado por él a partir de la  “psicopatología” de la imagen, en particular de la identidad y de las identificaciones consecuentes. Así Ernst Wagner ¡Ecce animal!, aquello que lo constituía era lo que lo volvía loco. Su locura era la locura de tener un cuerpo.
 
Veamos cómo y a dónde nos conduce Julio Cortazar, en su recorrido por Tabasco: Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardin Des Plantes  y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl. Consulté un diccionario y supe que los axolotl eran mexicanos.

Julio describe un animal que pertenece a dos mundos: está aquí y allá, tiene una dificultad para ubicarse en el espacio y en el tiempo, en la medida en que antes era una cosa y después otra, una situación semejante a los avatares de la identificación

No hay nada de extraño en esto (se trata del encuentro), porque desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante seguía sin embargo uniéndonos

Se suele pensar que un encuentro resuelve una falta, no se le da el lugar a que el encuentro permita encontrarse con algo que falta, una falta que no habíamos perdido ¿Dónde estaba?

Y entonces descubrí sus ojos, su cara. Un rostro inexpresivo, sin otro rasgo que los ojos, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente, carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior...Sus ojos, sobretodo, me obsesionaban...Los ojos del axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar. Pegando mi cara al vidrio (a veces el guardián tosía, inquieto) buscaba ver mejor los diminutos puntos áureos...Los ojos  de oro seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándome desde una profundidad insondable que me daba vértigo

Aquí aparece un elemento nodal del encuentro especular, su cuestión  no está en la imagen sino en el objeto no-visible presente allí.

La absoluta falta de semejanza de los axolotl con el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido, que no me apoyaba en analogías fáciles...Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales...Su mirada ciega, el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lucido, me penetraba como un mensaje: “Sálvanos, sálvanos”... Me sentía innoble frente a ellos (los axolotl). Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas, inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable , ¿qué imagen esperaba su hora?...Usted se los come con los ojos”, me decía riendo el guardián...No se daba cuenta de que eran ellos los que me devoraban lentamente por los ojos, en un canibalismo de oro. Lejos del acuario no hacía más que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia...Los ojos del axolotl no tenían párpados.

Cortazar ofrece al psicoanalista un trazó interesante: ubicar el tema de la ingesta en su correlato con eso que se llama anorexia: sus relaciones con el superyo concretizado en un objeto evanescente: la mirada. En espejo está adentro lo que aparece como si estuviera afuera donde  es no-visible.

Ellos y yo sabíamos…Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojoso trataban una vez más de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía muy de cerca la cara de un axolotl inmóvil junto al vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.

Alberto Sladogna

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